Conocer la historia del Balneario recorriendo sus calles

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La historia de algunos pueblos puede ser contada al recorrer sus calles. Esto es lo que pasa, al menos parcialmente en el Balneario El Cóndor, donde cada una de ellas recuerda a los hombres que hicieron algo para su crecimiento.
Primeros visitantes, fanáticos de las extensas playas y de la magnífica pesca, dueños de campos aledaños, los primeros comerciantes, son recordados con su nombre en alguna calle del balneario.
Si bien los comarqueños todavía se refieren a las calles de la villa balnearia por su denominación numérica, la tendencia va resolviéndose a favor de recordar a quienes pusieron un granito de arena para la construcción de la Villa.
Colaborando con ello Ediciones La Lampara plasmó en un delicioso libro la idea de alumnos y profesores del Instituto Superior de Formación Docente y técnica Nº 25 de contar como se llaman las calles del lugar y porque.
Los nombres de las calles recuerdan en su mayoría a hombres de apellidos tradicionales de Viedma y Patagones -Sabatella, Guidi, Caponi, Malpelli, Balda, Parisi, Casadei, entre otros- y en el libro se hace de cada uno, una pequeña remembranza de su vida y de que fue lo que el agasajado realizó en pos del crecimiento de El Cóndor.
Otras calles tienen nombres de animales de la fauna local: Lobito, Gaviota, Pasaje Cornalito, Caracol, Camarones y Albatros; las menos a accidentes geográficos: Pozo de Agua, Punta de Indio, Los acantilados, Arena, además de una calle denominada Tehuelches en honor a los primeros hombres que pisaron estas tierras.
Curiosamente o no tanto si tenemos en cuenta el arraigado machismo que predomina en la sociedad argentina, sólo hay una mujer, Teresa Harriet, que fue homenajeada. Viuda, dueña de un campo cercano, llevaba carne y leche a los visitantes cuando estos no podían regresar a Viedma por algún temporal. La calle sin embargo se denomina Teresa Harriet, que era el apellido de su esposo. Ella se llamaba Teresa Arrecha.
De todas formas el libro alcanza su cometido y recorre la verdadera historia del Balneario que comenzó a fines del 1800 con el hundimiento de un cutter dinamarqués en estas costas y donde en 1887 se instalaría el Faro del Río Negro.
Las curiosidades del lugar, las travesías para recortar los treinta kilómetros de huella que los separaban de la comarca, las viejas costumbres, la pesca, todo aparece retratado a través de las semblanzas de los primeros pobladores.
La edición, firmada por María Cristina Casadei, Enrique Antonio Magagna y Luisa Angélica Urban, fue impresa en el 2014 en Patagones, y destaca en mapa en cada entrada la ubicación de la calle además de su denominación numérica. Cuenta además con el respaldo documental de las ordenanzas que dieron lugar a los nombramientos.