El Faro del río Negro

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Edificios emblemáticos de Río Negro

El 25 de mayo de 1887 se inauguraba el Faro del río Negro. En la celebración llevada a cabo en 2017 para festejar los 130 años de su puesta en marcha se declaró a la edificación como “Bien Cultural de la Humanidad” y ya pasaron cinco años desde entonces.

«Bien cultural» es un título conferido por la Unesco a sitios específicos del planeta que han sido propuestos y confirmados para su inclusión en la lista mantenida por el Programa. Pueden ser bosques, montañas, lagos, cuevas, desiertos, edificaciónes, complejos arquitectónicos, rutas culturales, paisajes culturales o ciudades. La vieja edificaciòn revalorizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a partir de los términos estipulados por la Convención Internacional de La Haya y para ello desde el ministerio de Defensa de la Naciòn sdebió cumplimentar las obligaciones internacionales asumidas por la República Argentina en el marco de la Convención para la protecciones de bienes culturales en caso de conflictos armados firmado en en el año 1954.

Cada sitio elegido como Patrimonio de la Humanidad pertenece al país en el que se localiza, pero se considera en el interés de la comunidad internacional y debe ser preservado para las futuras generaciones. La protección y la conservación de estos sitios son una preocupación de los 193 Estados miembros de la Unesco.

El Faro del Rìo Negro cumplió con los requisitos para entrar en esta categorización al tratarse de una torre centenaria que ya había sido destacada como Monumento Histórico Nacional.

La mencionada Convención invita a la adaptación de medidas en reconocimiento de la protección que, merece la cultura, entendida como Patrimonio de la Humanidad ante situaciones especiales como emergencias o conflictos armados.

Estas medidas se plasmaron en la señalización con el Escudo Azul de los bienes declarados Monumentos Históricos Nacionales y en la concreción de acciones de sensibilización que difundan la temática.

Los trabajos de identificación de bienes a señalizar son impulsados por un equipo conformado especialmente, coordinado por el Ministerio e integrado por miembros de los ministerios de Cultura y de Relaciones Exteriores y Culto.

El Faro Río Negro, se encuentra en el balneario El Cóndor, a 32 Km de Viedma, capital de la provincia, y está considerado el primer faro continental y más antiguo de los faros en servicio en la República Argentina. Desde allí, se puede observar el paisaje continental y marítimo, además de la confluencia del río Negro y el océano Atlántico.

La construcciòn

El marino Agustìn Castillo habìa hecho notar en 1885 la necesidad de establecer una señal lumíca para guiar a los navegantes en la desembocadura del Negro. “Cartas recibidas de Patagones nos anuncian que el Gefe de la 2da. División del Ejército, general Winter, ha elevado a la Superioridad el proyecto de un faro para la entrada de aquel puerto. Este proyecto ha sido formulado por una Comisión compuesta del Gefe de la Escuadrilla y varios oficiales de ella». (sic)

Y continuaba Castillo “Tanto por las razones que dejamos expuestas como por el humanitario sentimiento de impedir naufragios que importan pérdidas de vida y capitales, se debe establecer cuanto antes un faro en la entrada del río Negro”.

En aquellos tiempos no había en la desembocadura más que un pequeño destacamento naviero en la margen norte del río Negro, en el estacionario, dado que  los accidentes en la peligrosa barra del Negro eran frecuentes. Unos años antes había varado en la zona donde se iba a erigir el faro el motovelero dinamarqués «Cóndor», un clipper de 400 toneladas que le dio nombre a la pujante villa turística que hoy se asienta en el lugar. .

Un año antes, en 1884  se había instalado el primer faro argentino en San Juan del Salvamento, en la mìtica Isla de los Estados que visitaba frecuentemente Piedrabuena y donde Julio Verne desarrolló una de sus mejores novelas.

El pedido de Vinter fue el puntapiè inicial del proyecto para levantar el segundo faro marítimo patagónico, cuyos trabajos se le encomendaron en octubre de 1886 al jefe de la Escuadrilla del Río Negro, capitán de fragata Martín Rivadavia, con asiento en Carmen de Patagones.

Las tareas fueron ejecutadas rápidamente a pesar de algunos escollos menores en cuanto a los materiales de construcciòn. La arena de la zona no servìa por su alta salinidad y fue necesaria traerla desde la desembocadura en màs de novescientos viajes de carreta. Los indios prisioneros en el fuerte fueron usados como mano de obra

Una vez concluìda la obra de infraestructura se emplazó una farola que estaba depositada en casa de la tradicional familia maragata Bertorello. El instrumento lumínico era gemelo al que se instalara un par de años antes en San Juan del Salvamento y que, si bien estaba destinado para otro faro en Tierra del Fuego,  el general Lorenzo Vintter que era gobernador del territorio nacional del Río Negro, logró que quede para el nuevo faro.

En un comienzo la torre tenía 12 metros de altura y su iluminación era con aquella lámpara de aceite, que con el tiempo se reemplazo por un equipo alimentado a gas de kerosene y luego se sustituyó a gas acetileno. Actualmente es alimentado por energía eléctrica de 220 Volts, que alimenta una lámpara de 1000 Watts y un sistema óptico concentrador de luz con un alcance luminoso de 16 millas náuticas.

El faro tiene una estructura cilíndrica blanca con garita superior y una casa habitación hexagonal, con 64 escalones hasta su torre.

Los datos de la época indican que el faro era fijo y “compuesto de ocho lámparas alimentadas con aceite, abraza un sector de 213º comprendido entre N. 34º E y S 67º0, desarrollando un rayo de luz visible a catorce millas. Su situación y altura sobre el nivel medio del mar, es la siguiente Latitud 41º03’23’’ S. Longitud 62º48’10’’0 de Greenwich. Altura de la luz 45 metros y 62 centímetros”.

La inauguraciòn

“Llegó el día previsto para la inauguración, el 25 de mayo de 1887, y el vaporcito “Río Limay”, transporte de río construido en los astilleros Rennie & Co. de Gran Bretaña, armado en Patagones en 1885, fue utilizado para trasladar por el río Negro hasta su desembocadura a buena parte de los participantes del acto inaugural. Según acta labrada con aquel motivo, “En las barrancas del sur, embocadura del río Negro”, estuvieron presentes el gobernador del territorio del Río Negro, gral. Lorenzo Vintter, a la vez comandante de la 2da. división del Ejército, y el jefe de la Escuadrilla del Río Negro cap. frag. Martín Rivadavia, que le hizo entrega del “faro y sus dependencias”. También concurrieron -es bueno recordarlos para el pergamino histórico- los marinos Hipólito Oliva -comandante del “Río Limay”- y Valentín Feilber; Marcelino, Manuel y Marcelino C. Crespo; Daniel Rojas Torres; A. J. Velázquez; Facundo Larrosa; Luis E. Calderón; Augusto F. Grasso; Alberto M. Biedma; Hortencio Thwaites; F. Martínez Ruiz; E. Estremador; José Galzusta; Angel Gorozabal; Juan Aceto; Delio J. de Barrios; Arturo Durañona; Alejandro Stefenelli -después sacerdote salesiano-; Jorge Parkes; Francisco Fourmantin; Sebastián Olivera; Jaime Antolí; Antonio Rial; Manuel y Guillermo Abel; Ignacio N. León; B. Casada; Alejandro Prieto; Manuel M. Román; Vicente Aguirre; Andrés Hansen; Santiago Ghiglia; Jesús Carrascal; Tomás Deacon; Félix Caperochipe; Braulio García; Gabriel Roguier; Luis Decio; Luis Bayo; Carlos Macche y Vicente Berasategui.

La bendición del faro estuvo a cargo del párroco de Patagones, el salesiano Angel Piccono, y padrino de la ceremonia, el niño Bernardino Rivadavia, bisnieto del primer presidente argentino de igual nombre, representado por Vintter. A orillas del Atlántico y en alto acantilado hubo banquete y salva de veintiún cañonazos y hablaron Vintter y Rivadavia.

Una sintética crónica escribió  el padre Piccono diciendo: “En el más religioso silencio de cara al océano Atlántico que a 30 metros más abajo castigaba con sus olas por todos lados, bajo la mirada de los indios prisioneros cuyos brazos habían elevado aquella torre, con la artillería que a pocos pasos se preparaba a saludar con sus salvas tronantes y la dedicación al Altísimo en aquel benéfico edificio a vanguardia de la civilización en el desierto…”

El Faro

Desde el mar los barcos no sólo veían la luz del faro, que les advierten de la proximidad de la costa, sino que también lo identifican por los intervalos y los colores de los haces de luz, de forma que los navegantes pueden reconocer frente a qué punto de la costa se encuentran.

El faro de Río Negro emite una señal lumìnica blanca y hace dos destellos cada 20 segundos.

Según la definición del Diccionario del Bureau Hidrográfico Internacional, faro es una estructura distintiva sobre una costa o alejada de la misma que presenta una luz principal destinada a servir de ayuda a la navegación. Más precisamente, es una construcción costera que posee una señal luminosa característica cuya función es orientar al navegante. Estos edificios se ubican generalmente en puntos destacados del litoral, en lugares de altura ya sea artificiales o naturales.

El diseño y los materiales para su construcción de los faros están directamente relacionados con el sitio donde este se va a emplazar. Es primordial que la torre sea un soporte sólido y que su altura sea considerable sobre el nivel del mar. De su elevación dependerá el alcance que tendrá la luz.

Nuestro faro toma el nombre del río homónimo que según el padre Falkner, este río era llamado «kurú leuvú» por los naturales, que en araucano significa: Kurú = negro y leuvú = río. El Dr. Groeber en su «Toponimia araucana» considera como origen más probable las voces araucanas «kuri leo» o «leuvú», que en pocas variantes, son las que indicó el padre Falker. Según Santiago J. Albarracín, también debe su nombre a las voces Curu leuvú -río negro- pero se remonta a la tradición que deviene de la circunstancia de encontrarse en la región bajo el dominio de un cacique que los indios llamaban Negro cuando Bruñuel y García llegaron a la zona. Sin embargo, por muchos años los navegantes de la época colonial le llamaron «Río de los Sauces», debido a la gran cantidad de ejemplares de este tipo que se encontraban en sus orillas. (Foto José Scheverín)