Poeta, compositora, cantante, dramaturga, guionista, narradora o “cupletista”, como le gustaba definirse, Walsh es reconocida por su obra infantil, por su compromiso y su sensibilidad social. Inspiración para las nuevas generaciones de artistas, su legado literario y musical permanece intacto; tanto como su legado social y político, que la recuerda como una militante feminista de la primera hora. La recordamos con una selección de notas realizadas en su homenaje, a diez años de su muerte.
María Elena Walsh nació en la localidad bonaerense de Ramos Mejía en 1930. Fue la hija menor de un matrimonio inmigrante integrado por un ferroviario con raíces inglesas e irlandesas y una madre argentina hija de andaluces. Su infancia se desarrolló con mucha libertad, decidió irse a estudiar a la Capital Federal, en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, y al poco tiempo se dio cuenta de que lo suyo era escribir. Fue por ese camino y publicó sus primeros poemas en diferentes medios de comunicación. El primero en la Revista El hogar, a los 15 años.
Al fallecer su padre, en 1947, publicó Otoño imperdonable, celebrado por Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges y Pablo Neruda. De a poco empezó a formar parte de un selecto círculo literario, que significó un choque para su familia, que era trabajadora y de bajo perfil. Jiménez la invitó a hospedarse una temporada en Maryland, Estados Unidos, a modo de beca para mejorar su escritura.
Viaje a París
Esta abrumadora experiencia en su adolescencia marcó un antes y un después. Walsh decidió alejarse de la elite literaria y empezó a explorar otras manifestaciones artísticas como el universo musical. En pleno gobierno de Perón, partió a probar suerte en Europa, concretamente en París, donde en el Hôtel du Grand Balcon conoció a una gran cantidad de artistas. Con Leda Valladares formó el dúo Leda y María, interpretando folclore, tuvieron mucho éxito durante unos años pero por diferencias artísticas se separaron. María Elena, ya de vuelta en Buenos Aires, comenzó a experimentar con la canción infantil, publicando los álbumes «Canciones para mirar» (1962) y «Doña Disparate y Bambuco»(1963), ambos espectáculos estrenados con mucho éxito en el Teatro San Martín.
Paralelamente sostuvo un compromiso por la educación infantil. Junto a la especialista en el tema Eva Giberti (psicoanalista), Florencio Escardó (pediatra) y Arnaldo Rascovsky (pediatra y psicoanalista), estudiaron la pedagogía del psicoanálisis sobre cómo era la infancia de 1963 en nuestro país y qué necesidades había en ese área.
En un Congreso de la Organización Mundial de Educación Preescolar (OMEP), Walsh dio una charla sobre la poesía en la primera infancia, donde se debe jugar e interactuar de manera libre con este género literario, estimulando así la imaginación. Mencionó además la importancia de la música y las denominadas nursery rhymes, base de la poesía para niños de Lewis Carroll, autor de «Alicia en el País de las maravillas» y otras obras cumbres para lectores tanto grandes como chicos.
La voz feminista
En su juventud, Walsh leía textos de Virginia Woolf, Doris Lessing y Victoria Ocampo, que posteriormente darían lugar a una multiplicidad de artículos periodísticos, entrevistas y reflexiones en sus diferentes facetas artísticas que, si bien en ese momento no se catalogaron así, eran de corte feminista.
Admiraba a Victoria Ocampo, quien años más tarde se convirtió en una gran amiga. Su intercambio epistolar entre 1960 y 1980 fue editado por Sara Facio.
“Ocampo aprende muy temprano que la verdadera revolución cultural es la emprendida por las mujeres. Es testigo de las batallas libradas en las primeras décadas del siglo por las sufragistas, a quienes tiene la osadía de elogiar y agradecer».
En la Argentina en 1970, nacen la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Feminista (MLF), agrupaciones con activistas de clase media alta e intelectuales que trajeron libros de Estados Unidos sobre feminismo radical y los tradujeron. También hubo representación del Partido Socialista y del Partido Obrero, que crearon nuevos espacios de reflexión para las mujeres.
Había dos vertientes: feminismo puro y feminismo y política. Walsh formaba parte de este segundo grupo. Junto a la escritora Angélica Gorodischer y la cineasta María Luisa Bemberg fueron las artistas representantes del movimiento más relevantes de la época.
En el artículo «Virginia Woolf y los secretos de la tribu femenina», Walsh escribió sobre el ensayo que la obsesionaba en su juventud, al igual que a Ocampo: «El cuarto propio es una metáfora de un ámbito mental, una manera de ordenarnos interiormente y escapar a la locura impuesta a las mujeres (y los pobres) por el discurso autoritario y represivo».
n el artículo «Infancia y bibliofobia», publicado en Clarín en 1980, siguió militando por el feminismo a través de la ironía:
«Si a nuestra sociedad le preocupara en serio el hábito de la lectura en los chicos, procuraría no seguir fomentando la existencia de madres ignorantes. A la mujer se la disuade firmemente, por todos los medios, de cultivarse en profundidad. (…) A una nena entusiasmada con una novela se le sugerirá que «no se quede tanto tiempo sentada sin hacer nada, que ayude en las tareas domésticas».
En una entrevista con Página /12, en el año 2008, siguió reflexionando sobre la hipocresía de la sociedad argentina frente a determinados temas que atañen a la mujer:
“Decime cuántos no verían con malos ojos que una mujer se niegue a la maternidad y diga: “Me revienta ser madre y tener hijos”. La verdad, muy pocos. Y ahí es donde se nota que en nuestro país no ha habido feminismo. O que si lo ha habido, ha sido una versión tímida, blandengue, autoencerrada por miedo, por pudor, por lo que sea. En países donde existió y existe el feminismo, se habla de estos temas con mucha más franqueza. Y en la Argentina, mal que nos pese, aún estamos lejos de arriar la bandera del machismo”.
Walsh siempre escapó de los estereotipos y expectativas que se tenían sobre ella como mujer: era independiente en todos los aspectos de su vida y no dejaba que nada afectara esto. Así lo expresaba: “Nunca pensé que hiciera falta agregar moraleja al final de una canción ni decirles a los nenes que se porten bien. Nunca me interesó ponerme en el papel de madre”. Al respecto, Sara Facio decía que “María Elena siempre sostuvo que la mujer lo primero que tenía que hacer era tener su independencia económica. Que a partir de ahí era su libertad para hacer lo que quería de su vida”.
María Elena Walsh murió el 10 de enero de 2011 a los ochenta años.