Apuntes sobre un nuevo ciclo peronista

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Por Enrique de la Calle

Las elecciones generales confirmaron en lo central lo ocurrido en las PASO pero también agregaron algunos elementos que suman complejidad al escenario que enfrentará Alberto Fernández en un nuevo ciclo peronista. Algunos ejes para pensar lo ocurrido y lo que vendrá: 

– El triunfo de Alberto confirmó el poder electoral del peronismo. Poder que persiste con relativa estabilidad en el tiempo. Lo dijimos acá en otra columna, cuando entre 2015 y 2017 se planteaba un supuesto final del justicialismo a manos de la «maquinaria macrista». El peronismo no estaba perdiendo votos; por el contrario, los estaba dispersando. La crisis económica y la decisión estratégica de Cristina (correrse a un lugar secundario) habilitaron la posibilidad de unidad en el peronismo, con su efecto demoledor en las urnas. Para los interesados en los números, vale recordar que Carlos Menem, por ejemplo, ganó su primera elección en 1989 con el 48% de los votos. 

– Mauricio Macri sorprendió a todos con su 40% que también da cuenta de otra persistencia: esto es, el del voto no peronista (ahora apuntalado por el clivaje kirchnerismo/antikirchnerismo). Volvemos a la historia: en 1989, el radical Eduardo Angeloz obtuvo el 37%, en medio de una fenomenal crisis económica. Los no peronistas suelen votar a no peronistas. La campaña «sí, se puede» le permitió a Macri acaparar a todo ese electorado disponible. 

– En charlas con compañeros/as surgió la siguiente pregunta: ¿Es una buena noticia que el macrismo haya logrado el 40%? ¿O era preferible un 30% que demostrara un rechazo social más amplio a las políticas oficiales? Hay quienes se inclinan a pensar que tal vez el resultado más estrecho le permita a Juntos por el Cambio mantenerse como coalición, con presencia institucional (en ciudades, provincias y Congreso). Su electorado se sentirá representado, podrá canalizar sus reclamos y se verá menos tentado a «resistir en las calles» y «querer romperlo todo». La transición «ordenada» dispuesta por Macri parece darle sustento a esa tesis.  

– Alberto insistió más de una vez sobre la necesidad de terminar con la grieta, pero los resultados parecen mostrarnos que el quiebre socio-cultural está más vivo que nunca en el país. Basta con ver desplegado territorialmente el resultado electoral para entender que los sectores populares / trabajadores se inclinaron por el peronismo, mientras que las clases medias / altas lo hicieron por Juntos por el Cambio. Al respecto, el politólogo radical / macrista Andrés Malamud habló de la «Argentina blanca» para describir a las marchas del «Sí, se puede». Nadie puede acusarlo de kirchnerista. «Esto puede parecer muy duro, suena como la latinoamericanización de la Argentina o como volver a la grieta del ’45, con los blancos criticando a los choriplaneros y los otros diciendo: ‘miren a la oligarquía'», describió. Se suscribe.

– Esa grieta socio-cultural es un problema para Alberto Fernández, que enfrentará una situación económica y social muy delicada. Si quiere aumentar los recursos públicos para afrontar pagos de la deuda o encarar políticas sociales urgentes: ¿De dónde saldrán esos recursos? ¿Podrá superar la grieta mientras se suben retenciones al agro o se aumenta el impuesto a los bienes personales? Un lindo desafío para el nuevo presidente que siempre se jactó de su capacidad de negociación política. Llegó el momento de ponerla en acción.  

Agencia Paco Urondo.