Virgen misionera: una madre mapuche para unir a los rionegrinos

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Hoy se desarrollará la 40 peregrinación a la Virgen Misionera de Río Negro. Miles de feligreses recorrerán los dieciseis kilómetros que separan la Parroquia San Lorenzo en el centro de General Conesa de la Capillita que Pegassano erigió en uno de los apacharrados cerros de la colonia San Juan para recordar a su madre Florentina.
La construcción se llevó a cabo en 1933, en medio de la fiebre de la remolacha azucarera de la que Pegasano era principal impulsor como uno de los socios del ingenio, pero recibió a su ilustrísima huésped recién en 1979, cuando más de diez mil católicos creyentes acompañaron a la escultura de la virgen misionera en una ceremonia presidida por el Nuncio Apostólico Pio Laghi y el Obispo Miguel E. Hesayne. El 12 de octubre de 1979 la imagen peregrina, que había recorrido jubilosamente todas las iglesias rionegrinas, fue entronizada solemnemente en la capilla de la Colonia San Juan de Gral. Conesa.
La virgen misionera del río Negro surgió como una idea novedosa para unir a los feligreses de toda la provincia, el Padre Jesús Alegría, párroco de Valcheta, propuso asignarle el nombre de Virgen Misionera de Río Negro y el seminarista Enrique Lafforgue sugirió ubicarla en la capillita de Pegassano.
Una virgen india
La imagen inculturada de la Virgen María le fue encargada al escultor cipoleño Atilio Ernesto Morosín por el obispo Hesayne, y representa a una mujer mapuche caminando, llevando en sus brazos a su Hijito. La figura tiene doble semblante: el rostro de un lado es triste y avejentado, del otro es alegre y juvenil. en la fértil imaginación del artista representa a la «Virgen María recorriendo en misión la provincia y asumiendo las tristezas y angustias del pueblo rionegrino que las transformaría en gozos y esperanzas con la fuerza de la presencia de Jesús y su Evangelio, anunciando una buena noticia a los pobres».
Morosín imaginó su como una madre criolla, surgida de lo profundo del desierto rionegrino y caminando por él, vestida con ropas pobres y con el tradicional poncho criollo. Completó la distribución de los colores de acuerdo a la tradición eclesiástica: rojo para el Niño, que simboliza la exaltación, el predominio del espíritu sobre la materia, y el apostolado. El color celeste habitual del manto de la Virgen, combina con el celeste de la garganta, formando una bandera argentina y el negro de la base simboliza las tinieblas, el poder del diablo, el mundo impío en que vivimos, que Ella aplasta y va venciendo con sus pasos de misionera.
La imagen de la virgen a cumplido largamente su propósito de aunar a los católicos rionegrinos bajo su poncho, pero hay otras anécdotas y otros protagonistas para los que, en aquellos oscuros años finales de la dictadura, la llegada de la virgen a lo alto del valle de Conesa no fue tan auspiciosa. Pero esa es otra historia…