La aprobación por parte del Congreso Argentino de una ambigua ley que permite el uso terapéutico del aceite de cannabis, pero no el cultivo, abre una nueva discusión sobre la futura despenalización o no del uso recreativo de la marihuana. En una encuesta realizada en esta web, los resultados son categóricos: más del 90 por ciento de los votantes considera que se debe permitir el uso y cultivo del cannabis medicinal, si ampliaramos la consulta al uso recreativo de la droga, los guarismos bajarían pero sólo un poco.
Es que, además de las diversas propiedades terapeúticas que se le atribuyen, el uso de la marihuana de forma recreativa se ha masificado y son varios los países que la han aceptado como droga «blanda» o poco peligrosa. Holanda en 1976 legalizó su uso pero restringido sólo a locales específicos, llamados «Coffee Shop», desde entonces, han pasado cuatro décadas y la «hierba» se ha convertido en la sustancia ilícita más utilizada en el mundo y las legislaciones de todos los países intentan adecuarse al nuevo marco de situación. Uruguay, Canadá, algunos estados norteamericanos, han sido los lugares más osados y sus legislaciones ya permiten el uso recreativo.
En Argentina, la legalización del uso y el cultivo es reclamada una legión cada vez más numerosa de ansiosos consumidores a los que de a poco se le van sumando algunas voces desde el ámbito científico y también del económico. Sin embargo, aquellos que que se oponen también exhiben sólidos argumentos.
Según informa Naciones Unidas, la marihuana es la substancia ilícita más utilizada en el mundo. En un informe oficial afirma que más del 4% de la población adulta mundial (162 millones de personas) la consume más de alguna vez durante el año, mientras que el 0,6% la consume a diario. El mismo estudio estima que en la actualidad unos 20 millones de personas en el mundo son adictas a ella. Y todas estas cifras van en aumento.
Lo cierto es que el uso y abuso de drogas -lícitas o no- no puede ser abordado desde una óptica moral o sesgada. Se debe tratar con criterio científico y social. Sustancias de un mismo activo tienen diferentes efectos en el cuerpo humano. Algunos son medicinales, otros recreativos, otros perjudiciales para la salud, otros no; unos afectan a determinada edad y a otras no, o a algunos cuerpos y a otros no, lo que complejiza la toma de desiciones y transforma al caso de la marihuana es un claro ejemplo de la ineptitud de la sociedad a la hora de asumirse soberana.
Legalizada de hecho por su habitualidad, tolerada y estimulada desde muchos espacios artísticos y sociales, el cannabis muestra claros efectos positivos para tratar determinadas dolencias, pero también exhibe graves consecuencias científicamente demostradas acarreadas por su consumo crónico (sobre todo en adolescentes), por lo que su uso medicinal y/o recreativo nos deja, como siempre, en el lugar común: nadie quiere hacerse cargo.
Y entonces: no llega a quienes la necesitan para curarse o aliviarse porque esta prohibido el autocultivo, pero está al alcance de los adolescentes, que pueden fumarla continuamente dañando su salud, situación que alimenta una red de tráfico ilegal que corrompe a policías y políticos mientras el estado no recauda nada ingentes recursos que se generan en ese circuito de comercialización clandestino. Una perinola en la que todos pierden.