Por Ramiro Gamez
Las descalifaciones, agravios, tiros por elevación, operaciones mediáticas que se han propinado los líderes rionegrinos de los gremios estatales en los últimos años son las batallas de una guerra en la que los heridos siempre han sido los empleados públicos rionegrinos.
Si bien siempre hubo chisporroteos en la relación entre los sindicatos, la diferencia de tamaño y de consideración de parte de los gobiernos de turno, eran abismales por lo que las hostilidades recién comenzaron a ser significativas cuando ATE se adueñó de la calle y se apropió de las protestas más duras. Paralelamente, comenzó a crecer como entidad y empezó a dialogar sin intermediarios con el gobernador Weretilnek. Esto coincidio con una UPCN debilitada tras la fuerte disputa interna desarrollada en 2014 y el desprendimiento de la EPUC de la sede madre.
Con el nuevo orden de cosas, los roles se invirtieron y ahora es Aguiar el que se reune con el gobierno y es Scalesi el que despotrica por las radios y, en medio de una pelea en la que no faltaron las descalificaciones y las intromisiones en la vida privada del ‘contrincante’, se hicieron imposibles los esfuerzos por implementar medidas de protesta conjuntas.
Y a rìo revuelto… Weretilneck pescó en aguas turbias y gozó de cierto paraguas protector en las paritarias que se han desarrollado desde 2015 a la fecha, sorteando las elecciones con relativa facilidad a pesar de que los estatales perdieron más del 50 por ciento de poder adquisitivo en los últimos años.
Y entonces Río Negro tiene dos sindicatos de estatales más dispuestos a pelearse entre ellos por las migajas que les tira el poder real que a enfrentar al patrón que deja cada mes más pobres a sus indefensos afiliados.